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El arte del hombre primitivo, contenía un carácter mágico - religioso.

Lo vinculaba con la divinidad,
expresaba sus necesidades más esenciales
y lo protegía de las fuerzas hostiles de la naturaleza.
A través de sus representaciones simbólicas,
derivadas de profundos contenidos psíquicos inconcientes,
elaboraban los primitivos sus experiencias sensibles
en busca de la vida oculta que intuían detrás de las cosas.
A estas imágenes primordiales,
Carl Jung las denominó arquetipos,
remanentes arcaicos que permanecen vivos
en nuestro inconciente colectivo.

El círculo,
expresión de la psique como totalidad, del sí mismo,
imagen arquetípica de los primitivos cultos solares,
esencia de los mandalas tibetanos
que señalan el camino hacia la perfección humana:
la Iluminación.
El triángulo, símbolo de la trinidad,
reunión de las tres fuerzas primordiales en la creación del mundo.
El fuego, el principio activo para las tradiciones herméticas.
El rectángulo como representación
de los cuatro elementos constitutivos de la naturaleza,
o la escalera,
vestigio de aquel impulso ascensional
para acceder a otros mundos.
La serpiente,
esa fuerza dormida en la naturaleza que al despertar,
como el ave que levanta su vuelo,
libera el espíritu de la materia

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©2001 Hugo
Nasi
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