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En las pinturas de Matticoli,
los fondos son resueltos
con finas transparencias superpuestas
de colores cálidos y fríos,
produciendo una urdimbre de sutiles matices.
La línea marca el ritmo de la composición
dotándola de un fuerte significado.
El color puro o de fuerte pigmento
es aplicado en áreas pequeñas,
dinamizando la policromía,
pero siempre referido a su personal gestualidad sígnica.
En ocasiones,
recurre al collage,
limitado,
contenido,
cohesionando íntimamente con el conjunto.
Sus tintas expresan fielmente la fugacidad de su grafismo.
Consigue un perfecto equilibrio en la composición
a partir de un proceso no racional, intuitivo,
sometido siempre a un orden oculto.
Recuerda la pintura primitiva,
,
el arte rupestre del
neolítico,
a veces, a culturas precolombinas.
En sus obras
tempranas, Matticoli elaboraba la figuración
descomponiendo las formas de la naturaleza
para reconstruírlas luego, aplicando un fuerte diseño.
Paulatinamente, evoluciona hacia una síntesis,
no es un camino de desintegración,
sino la búsqueda de un lenguaje más esencial.
En sus obras pertenecientes a los años 60,
surge
como elemento significativo en sus composiciones,
el círculo.
Como en el interior de un atanor alquímico,
empieza a operarse la Gran Obra:
la Transmutación.
Los objetos comienzan a reducirse
a sus expresiones más elementales,
hasta perder incluso su figuración.
Las formas son
simplificadas hasta el límite de lo geométrico.
Sólo queda de ella su representación más concreta.
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