"RECURSOS DE AMPARO"
Cuentos
MARCELA DE LAFERRERE
Editorial "OTROMODO"
175 páginas


Junto con los 'RECURSOS DE AMPARO", este primer libro de cuentos de Marcela de Laferrere muestra también sus propios recursos, los de una escritora que se caracteriza precisamente por la vastedad y sutileza de sus ardides literarios. Curiosa especie de vanguardista al revés de puro clásica, la autora llama la atención entre los nuevos escritores argentinos.
Y llama poderosamente la atención:
En primer lugar, por lo buena que es como escritora y por lo buena que quiere ser, por esa voluntad suya de excelencia felizmente satisfecha gracias a un don evidente, que acaso le viene de lejos, honrado por la larga paciencia que postulan los maestros.
En segundo lugar por el doble anacronismo de su escritura, el de un estar fuera de toda moda desde lo formal y fuera del tiempo y del espacio en cuanto al contenido, sin que sus ficciones dejen de ser argentinas y porteñas como pocas, si es que la creación literaria tiene nacionalidad.
Es que Marcela de Laferrere ha puesto en palabras, historias y personas cotidianas y a la vez eternas, el secreto de Willam Blake:

"La eternidad ama las obras del tiempo".


De modo que su voz ha venido para encarnar este axioma y habitarlo entre nosotros.
Esa es la "buena nueva" de su nueva narrativa
Y por eso el logro de su tono y el contrabando en prosa de tan buena poesía; ese tono que como decía, si no me equivoco, André Gide, es casi todo:

"...Descansaba manso -cuenta por ahí en RECURSOS DE AMPARO- en la inocencia que se abría como una autopista hacia el fondo de sus ojos , y de pronto un relámpago de malicia , y unos iris de tigre en el camino que batían "de acá no pasás, flaco."

Ese tono entre canchero y cortazariano tan nuestro es el suyo, no menos que en otros relatos las construcciones inglesas -Carmela's Sagas, por ejemplo- y que forman parte, a partir de Borges y del propio Cortázar, del discurso criollo.
Pero se trata de una retórica que, en nuestra autora, constituye a la vez que un rasgo propio, una mera coartada formal, empleada para desentenderse en el fondo de toda otra pertenencia que no sea a la de la pura inventiva: porque ése es su país de las maravillas, su patria verbal; en tanto que este denso, tenso e intenso escenario argentino sólo le presta su forma para que la fantasía se acredite como real y familiar.

Es que la poética de Marcela de Laferrere es la de la flor de loto: un estar en el mundo sin pertencer a él.
Y por eso la llamo, elogiosamente, anacrónica.
Aunque bien podría decir, más sencillamente, contreras.
Porque esta es la palabra que más representa a la novel autora y aquello que comparte, para alegría de los lectores, con ellos: un llevarle la contra a todo y a todos que alienta en el origen mismo de la creación genuina.
La pródiga utopía de mejorar el mundo, esta fantástica pero tan imperfecta "residencia en la tierra" -para decirlo con Neruda- nostálgica siempre del paraíso absoluto.
Una utopía de pasar en limpio la vida que, el caso de esta nueva escritora, se cumple holgadamente, al menos durante el tiempo que dura la lectura -plenamente encantada y hospitalaria-de sus narraciones.





FERNANDO SANCHEZ SORONDO

ESPECIAL PARA "LA GACETA" DE TUCUMAN