YACO NOWENS

En ocasiones anteriores nos hemos ocupado de NOWENS otorgándole el reconocimiento que merece su tesonero talento puesto al servicio de una imagen que le es propia y que logró sostener y refinar a partir de una sostenida inspiración. De aquella ajustada imaginería Nowens da el salto hacia un expresionismo mucho más suelto y gestual. Se trata de repentinismos que señalan la inmersión en el caos reinante en el mundo específico del arte y que Yaco, siguiendo el itinerario de su autenticidad, se ha sentido compelido a testimoniar. Imposible negar valor artístico a esta dura etapa que nos ofrece, como en un espejo, esos aspectos de eclipse por los que atraviesa el sol. Yaco no solo tiene el derecho sino el deber de exteriorizar sus sentimientos, ya que no otra cosa es ser artista. El fervor de su temperamento ardiente no es algo fácil de contener con los canones de su propio estilo poético; por ello no le retaceamos un elogio que merece todo veterano de la lucha eterna de la luz y la sombra, ya que es esa misma preocupación luminosa la que nos hace marcar los contrastes.